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Keila de Moreno

Los Dialectos Antillanos en Panamá: Un Enfoque Histórico, Sociológico Y Linguístico… Primera Parte

Updated: Oct 11, 2018

Tesis De Licenciatura, 1975

Mgtra. Nilsa Justavino de Lopez.

[Traduccion al espanol por la autora y el Dr. Martin Jamieson Villiers.]


Conclusiones

¿Qué es el dialecto de inglés antillano [WID] ? El dialecto de inglés antillano [WID] es un dialecto social y regional utilizado como lengua por los miembros de la sociedad panameña, como una lengua originaria o creòl. Se caracteriza por su peculiar configuración fonológica y gramatical, por sus variantes léxicas y morfológicas cuando se le compara con el dialecto de inglés estándar tal como se instruye, se aprende y se habla entre otros panameños y los residentes anglo-hablantes de la Zona del Canal.

El dialecto de inglés está íntimamente relacionado con los creoles del Caribe y otros dialectos connaturales de origen afro europeo. Debido a estas características, el dialecto se hace conspicuo y específicamente, está sujeto a un gran número de conjeturas en cuanto a su origen, conducta, estructura y su comprensión. Afianzados en este conocimiento, hemos investigado y analizado el dialecto de inglés, en todos sus aspectos constitutivos: su gramática, su fonología y su léxico, convencidos como estamos, de que este dialecto, a pesar de sus diferencias, comparte un gran número de características comunes con el inglés estándar. Por lo tanto, presumimos y concluimos que el dialecto de inglés antillano [WID] no es una forma inferior del inglés sino un dialecto no ortodoxo de inglés, que existe al mismo nivel del inglés americano y el inglés jamaiquino.


La segunda interrogativa es: ¿quién habla este dialecto? Si el dialecto de inglés no es el estándar aceptado—aún cuando ha tenido su influencia sobre muchos hablantes de inglés de diferentes etnias—es, sin duda, el medio de comunicación de la mayor parte de la comunidad de origen antillano, de extracción británica, francesa o hispana en la República de Panamá. Hay otras personas que hablan el dialecto, por ejemplo, muchos de ellos conocidos como “de origen hispánico”, que viven dentro de los entornos de la antillanía en la ciudad de Panamá, que han adquirido el dialecto de inglés conjuntamente a su propio dialecto de castellano. Incluidos en este grupo se encuentran los residentes de la ciudad de Colón, que no son hablantes antillanos, que viven en las comunidades de Rainbow City [Ciudad Arco Iris] y otras en la Zona del Canal.

Otro grupo de hablantes del dialecto está constituido por los trabajadores indígenas y un gran número de trabajadores “latinos” de las plantaciones bananeras en Bocas del Toro, Chiriquí y parte del territorio costarricense. En virtud de que el dialecto se ha difundido en distintas direcciones y ha sido absorbido por una multiplicidad de hablantes, podemos concluir que el dialecto de inglés antillano [WID] es el medio de comunicación tanto de los antillanos como de otros hablantes de castellano que se relacionan con la comunidad antillana.


El dialecto, que tiene afinidad lingüística con los creoles de Las Antillas, tiene diferencia sustanciales del estándar de inglés que se instruye en las escuelas, y esta diferencia yace fundamentalmente en la pronunciación, lo que expone al hablante al riesgo de la aceptación social, no obstante la educación, estatus o extracción. El factor social es por lo tanto, más importante que el factor geográfico o racial, para la determinación de los patrones dialectales. Debido a esta distribución social, el hablante es bidialectal, ya que el estándar de aceptación social y lingüística descansa en el rechazo del “basilect” o del dialecto individual que se habla en casa, o en el entorno antillano. El hablante debe ser consciente de su necesidad de hablar un lenguaje que le de condición social y otro para hablar en casa. La gente de color más educada presentará variantes entre el dialecto y el inglés estándar de acuerdo con la situación e irónicamente se ofenderán por la “gramática defectuosa y mala pronunciación” de los vecinos menos privilegiados.


Las ventajas económicas de hablar inglés se ha constituido en otra de las razones por las cuales tanto los educados como los que tienen poca educación, han sentido la necesidad de conservar el dialecto bajo como un medio de sustento económico, aún cuando este dialecto bajo los mantenga culturalmente en el nivel social más bajo.


En realidad, es de poca importancia si el dialecto-hablante pertenece a la capa más alta o la menos privilegiada, su uso del dialecto de inmediato lo destaca del grupo “hispánico” y por lo tanto, la variante del dialecto en relación al estándar lo acercará o lo alejará del nivel más alto y por ende a la aceptación social, asimismo, en función de su rechazo o su sometimiento al “etos” cultural definido por el uso de cualquiera de las dos formas lingüísticas. En otras palabras, los hablantes están tremendamente conscientes de las diferencias lingüísticas y la atención que le prestan a estas diferencias los coloca en una posición de proyectarse dentro de roles alternos e identificar las formas lingüísticas que deben usar dentro de cada contexto.


La tercera de estas interrogantes es --¿cuáles son las diferencias y cuáles sus implicaciones sociales e históricas?


Son varias las diferencias.. Una de estas es la conducta fonológica del dialecto. La otra está relacionada con las preferencias gramaticales de los hablantes en cuanto a la estructura de la oración. Más aún, existe el aspecto cinético externo relacionado con el léxico, que es fundamental en la conducta del dialecto. Existen también otros detalles minúsculos de las costumbres y los credos, que influyen sustancialmente para establecer diferencias palpables en el dialecto.


El atributo de incomprensible que se le achaca al dialecto genera de las diferencias en la pronunciación y en la entonación. La edad es un aspecto significativo en esta característica del dialecto. Lo que es aceptable en los niños es imperdonable en los adultos, especialmente cuando se habla el dialecto fuera del contexto antillano. Desde muy temprano en la vida, el hablante se hace consciente de las diferencias en la pronunciación de su clase de inglés en relación con la de otros hablantes de inglés de diferentes extracciones. Asume una posición disciplinaria consigo mismo y su entorno, imponiéndose reglas de conducta, específicamente de conducta lingüística, al controlar su uso del dialecto ante “hispanos” o “ americanos”. A medida que madura, el niño comprende, bajo la presión de sus compañeros y de los adultos de la comunidad, cuándo puede o no utilizar ciertas expresiones dialectales, y a veces, el dialecto mismo como medio de comunicación.


La aceptación social complica las diferencias fonológicas. Un niño que crece dentro de una familia que sube en condición social irá a colegios privados, y al hacerlo, adquirirá una forma de inglés que es más aceptable [estándar] que la forma que usa al hablar uno de sus padres. Un niño, por ejemplo, cuya madre es educadora, tratará de hablar un “mejor inglés” y sus patrones fonológicos mostrarán diferencias cuando habla con su abuela antillana, con su madre y aún más, en la escuela. Al hacer esto, la forma en que el niño pronuncia en ciertos entornos, será diferente según el grupo en que se encuentre, aún cuando dé muestras de leves influencias del entorno.


Mientras más alto se encuentre el hablante en la escalera social, la tendencia se reflejará en el uso del estándar de inglés adquirido, mucho más estilizada es su interpretación del dialecto, y al rechazar más y más el uso de este “inglés malo”, será menos antillano lingüísticamente. Se relaciona con esta conducta, el prejuicio de algunos de estos hablantes al afirmar con orgullo: “Nosotros no hablamos inglés en casa”, o más aún, “¿Por qué me habla en inglés?” Esta actitud es palpable entre los hablantes de nivel profesional, y entre estudiantes, en los niveles graduandos.


La edad y el condición social en conjunto establecerán una clara diferencia entre las diferencias léxicas y las preferencias estructurales de los hablantes. En las etapas tempranas de la niñez, un hablante antillano hablará solamente el dialecto, tal como lo recibe de sus padres. Para cuando llega a la escuela primaria, su dialecto habrá recibido mayor influencia del castellano, y las primeras muestras de la interferencia aparecerán en su emisión del inglés. Su asociación con niños de extracción “hispana” lo obligarán a adquirir más palabras del castellano, para comunicarse, y las llevará consigo a los otros niños de la comunidad. Aún así, sus patrones culturales y su “castellano o inglés malo” lo distinguirán como antillano, por lo que el problema de aceptación no servirá más que para cimentar un bi-dialectalismo continuo. Durante la educación secundaria, el dialecto-hablante optará por una de dos tendencias: (1) Abandonar el dialecto, y por lo tanto, el grupo étnico en el ambiente escolar, y en ciertos colegios, se constituirá en miembro activo de causas nacionalistas, un hecho que lo obliga a abandonar totalmente el dialecto como medio de comunicación para demostrar su interés; (2) Se mantiene leal a su tradición antillana, se mezcla únicamente con su grupo antillano y habla castellano solamente cuando es necesario. En ambos casos, es en esta etapa en que se adoptan la mayor parte las palabras del castellano y se adquieren estructuras del castellano. Las primeras etapas de la educación universitaria también contribuyen a la hispanización del dialecto. Estos años de la adultez exigen relacionarse con un gran número de hispanohablantes matriculados en la universidad, pero el matrimonio y la nuclearización de los lazos familiares, junto a las relaciones entre familias en la comunidad, reafirman la tradición dialectal y establecen definitivamente el uso del dialecto en el hablante.


Esta situación inmediatamente sugiere presiones sociales. Y de hecho, existen. Se presentan dos alternativas: o eres antillano o eres hispano. Y, aún cuando existe la exogamia y el intercambio cultural (la cultura mayoritaria imponiéndose en la minoría) los panameños serán identificados por una de las dos categorías. El antillano está muy consciente de este hecho, al igual que el latino [o hispano]. El resultado se ha hecho más patente al final de los años sesenta hasta hoy, con la eminente influencia del reconocimiento de la negritud en los Estados Unidos y otras áreas relacionadas a este país. El antillano abiertamente adoptó los postulados, los estilos, la actitud y finalmente, la suficiencia para superar el sentimiento de inferioridad, por lo menos en apariencia. Las asociaciones, los jóvenes agrupados en ellas, la influencia ejercida por estos elementos de la comunidad han establecido patrones de conducta claramente definidos. El antillano se ha hecho consciente del latino y más orgulloso de su ascendencia de manera determinante. Esta consciencia lo ha obligado a comprender que el hecho de ser parte de una minoría no lo convierte en un extraño, que ser parte de las instituciones nacionales no lo transforman en hispánico ni siquiera en actitud, y que con ello, su cultura y su tradición permanecen intactas, incluyendo el dialecto. El antillano es muy perspicaz en cuanto a lo que él denomina “mi clase de inglés” y lo conserva. Ser antillano lo distingue de los demás y él quiere ser diferente.

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